Hace ya mucho tiempo, los ángeles del Cielo estaban en una gran reunión sobre el regalo que entregarían a la humanidad el día de Navidad.
Hablaban uno tras otro sin ponerse de acuerdo sobre ese regalo y ya faltaba solamente una semana. Dios estaba con ellos, escuchando atento sus propuestas.
Un ángel dijo: “Este año hay que regalarles sencillez”.
Otro ángel expresó: “Mejor regalemos prosperidad para que llenen sus bolsillos“
Un ángel más, pensativo, se acercó a ellos y murmuró: “Regalemos valentía para que afronten mejor los problemas de la vida”.
A lo lejos venía un ángel saltarín, y les dijo: “Si les damos alegría, sonreirán noche y día”.
Y así, sucesivamente, cada quién daba su opinión; pero Dios no estaba muy convencido. Él quería un regalo muy especial.
Detrás de una nube, había un precioso ángel que observaba la reunión con timidez y no se atrevía a decir nada.
Cuando Dios terminó de escuchar a los ángeles, se dio cuenta de que el tímido angelito lo miraba de reojo. Entonces lo llamó y le pidió una propuesta de regalo. El ángel se la entregó escrita en el pétalo de una flor de nochebuena.
Dios lo miró con infinita ternura, y le dijo: “desde este momento te declaro como el Ángel de la Navidad, porque haz elegido el mejor regalo“.
Así que cada año, unas horas antes del 25 de diciembre, el ángel se reviste de luz y con sus enormes y bellas alas, vuela por el mundo entero llevando entre sus manos semillas de amor y generosidad, y las deja sembradas en los corazones de los seres humanos.
Terminada su misión, el ángel regresa al cielo; y espera ansioso la Navidad junto a Dios y a los demás ángeles para disfrutar del regalo entregado.
En algunas personas, las semillas florecen despacio. En otras personas, germinan más rápido, echan raíces firmes y dan flores y frutos que perduran por mucho más tiempo.
Es por eso, gracias a aquel tímido angelito, que el Espíritu de la Navidad se mantiene intacto cada año. Y cada vez que compartimos con amor lo mejor de nosotros, el ángel de la Navidad sonríe y una estrella nace en el firmamento… éstas se convierten en las nuevas semillas que el ángel repartirá el siguiente año.
Adaptación del cuento de Marielena Rondinel, escritora peruana.
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