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Duelos desautorizados: el dolor que no se nombra, pero que sí pesa.


“Duelo es aquello que tuve y ya no tengo, y también aquello que no tuve… pero esperaba tener.”

— Gaby Pérez Islas


Hay dolores que no se pueden contar. No porque no existan, sino porque simplemente no caben en la comprensión de los otros. El duelo no siempre aparece en funerales. A veces aparece en el silencio de una oficina, en el scroll de una red social, en el rincón de una relación que no fue lo que prometía, o en el vínculo con alguien que se volvió irrecuperable, no porque haya muerto… sino porque se perdió de otra manera.


A eso le llamamos duelos desautorizados: pérdidas reales, sentidas, profundas… que el entorno invalida, minimiza o niega. Y que, por lo tanto, se viven en secreto.



Hay ausencias que no hacen ruido, pero pesan como un templo lleno.
Hay ausencias que no hacen ruido, pero pesan como un templo lleno.

¿Qué es un duelo desautorizado?

Es aquel proceso de pérdida que no encuentra permiso social o emocional para expresarse. No tiene velorio. No tiene flores. No tiene el pésame de la gente.


Es el duelo silente que tiene juicio, pues se alimenta de frases como:


“¿Y por qué te duele si nunca fueron nada?”

“Pero si era una relación tóxica, mejor así”

“¿Cómo vas a llorar por alguien que te hizo daño?”

“Ya pasó mucho tiempo, ya deberías estar bien”


Los duelos desautorizados se viven en un limbo emocional: duele pero no hay consuelo, se pierde y no se reconoce. Y por eso duele el doble.



No todo lo que se pierde tiene destinatario. A veces, el duelo es una carta sin respuesta.
No todo lo que se pierde tiene destinatario. A veces, el duelo es una carta sin respuesta.

Tipos de duelo desautorizado más comunes

Existen muchas formas de estos duelos, pero aquí te comparto algunas de las más frecuentes —y silenciadas—:


1. El duelo por relaciones 'tóxicas' o dañinas

Sí, a veces lloramos por personas que nos hirieron. Porque el vínculo existía. Porque construimos esperanza o deseos de mejora. Porque hubo afecto. Y aunque hubo daño, también hubo amor, o una idea de amor. El dolor no desaparece solo porque 'era conveniente que se fuera'.


2. El duelo por vínculos virtuales

En este mundo hiperconectado, también se crean apegos con personas que nunca conocimos físicamente. Un mentor virtual, una amistad digital, incluso una relación a distancia que se disuelve. El vínculo fue real, aunque el entorno lo considere 'superficial'.


3. El duelo por alguien que está vivo, pero que ya no está emocionalmente

Familiares con enfermedades mentales, adicciones, decisiones destructivas. No murieron, pero ya no están. Y el alma entra en duelo aunque nadie lo comprenda. Duelo por quien se perdió, sin haber partido físicamente.


4. El duelo por lo que no fue

La relación que no se concretó. El hijo que no llegó. La maternidad que no se pudo vivir. El trabajo que parecía perfecto y no se dio. La versión de mí que soñé ser y que no fui. Porque como bien dice Gaby Tanatóloga: el duelo también es por lo que esperábamos tener y nunca llegó.


5. El duelo por pérdidas materiales con valor emocional

No siempre lloramos por personas. A veces, nos duele perder una casa, un objeto heredado, un auto, un anillo, un mueble, una prenda… porque ese “algo” toma un valor simbólico: era historia, era refugio emocional. Y cuando se va, se pierde, se vende o simplemente desaparece, también se va una parte de nosotros. Validar este duelo es reconocer que incluso lo material puede guardar huellas del alma.



Una lágrima silenciosa también es oración. El alma escucha cuando legitimamos nuestro dolor.
Una lágrima silenciosa también es oración. El alma escucha cuando legitimamos nuestro dolor.

¿Cómo se acompaña un duelo desautorizado?

Lo primero: se legitima. No necesitas que el mundo lo entienda. Necesitas que tú lo reconozcas. ¡El dolor no necesita permiso para ser sentido!. Solo requiere de espacio.


Quiero compartirte 3 ejercicios simbólicos sencillos, pero poderosos, que pueden acercarte a ese proceso de validación emocional:


Ejercicio 1 – Carta no enviada

Escribe una carta a esa persona, situación o versión de ti que perdiste. Dile lo que callaste, lo que no te dejaron sentir, lo que aún duele. No se la tienes que entregar. Lo que importa que tu alma lo exprese a través de palabras.


Ejercicio 2 – Altar simbólico

Crea un pequeño espacio con un objeto que represente ese vínculo: una foto, una flor, una piedra, una palabra escrita. Enciende una vela. Respira. Honra ese lazo con gratitud, aunque haya terminado. Dale su lugar. No en el presente… pero sí en tu historia.


Ejercicio 3 – Movimiento de cierre con el cuerpo

Ponte de pie y pon una música suave. Visualiza frente a ti aquello que se fue. Haz una reverencia (sí, aunque haya dolor) y di en voz baja: 'Te reconozco. Te dejo ir. Me quedo con lo aprendido.' Siente tu cuerpo liberarse de esa carga.



¿Y el árbol? También lo siente

Cuando un duelo se calla, no solo queda atrapado en el cuerpo. También queda grabado en las memorias del sistema familiar. El dolor que no se nombra, se transmite. El silencio crea raíces en generaciones futuras que no comprenden por qué sienten tristeza, culpa o angustia… que claramente no es completamente suya.


Por eso, aunque no estés haciendo un trabajo transgeneracional o una constelación, sí puedes liberar peso simplemente reconociendo tu dolor como legítimo. Al darle lugar a tu duelo, también estás diciendo: 'Aquí se siente. Aquí se honra. Aquí se sana.' Eso ya es un acto de sanación para ti, para los que te precedieron y para quienes vendrán después de ti.



El duelo desautorizado es esa silla vacía que nadie menciona, pero todos evitan mirar.
El duelo desautorizado es esa silla vacía que nadie menciona, pero todos evitan mirar.

Para cerrar…

Los duelos desautorizados duelen porque nadie los ve. Pero si tú los ves, si tú los nombras, si tú te das permiso de sentirlos… ya no están tan solos. El alma sana no porque el otro lo entienda, sino porque eliges dejar de pelear contra lo que sientes.

Cuando abrazas tu verdad con dignidad.

Cuando entiendes que tu duelo también merece su ritual, aunque nadie más lo entienda.


Si este tema tocó algo en ti, me encantaría leerte. Puedes escribirme y contarme qué otros temas te gustaría que abordemos en los próximos artículos.

Este espacio es tan tuyo como mío. Y si estás atravesando un duelo —visible o no— y sientes que necesitas acompañamiento, también puedes agendar una sesión personalizada conmigo. Estoy aquí para caminar contigo, con respeto, presencia y sin juicios.


Texto de autoría propia. Todos los derechos reservados ® Mike Aryan


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